El 1 de mayo de 1886 fueron ejecutados en Chicago los mártires sindicales que organizaron la revuelta reivindicativa de las ocho horas laborales. Con su lucha insobornable, llevada hasta el sacrificio de sus propias vidas, Spies, Fielden, Neeb, Fischer, Lingg, Engel y Albert Parsons le arrancaron al Capitalismo la usura de las interminables jornadas de trabajo a cambio de unos salarios de miseria.
No merecían morir y el jurado que los sentenció a la hora lo sabía. Hasta tal punto eran conscientes de la atroz injusticia que iban a perpetrar, que uno de los miembros del jurado justificó las sentencias de muerte alegando que había que ahorcarlos “por que son hombres demasiado sacrificados, demasiado peligrosos y demasiado inteligentes”. Desde entonces , el 1 de mayo es la Fiesta Internacional del Trabajo.
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