Pintó hasta el final, aunque sus manos estuvieran temblorosas_y su vista deteriorada. Antoni Tàpies, el último gran artista del siglo XX, ha fallecido hoy a los 88 años. Muere un año y medio después de inaugurar la remodelada Fundación Tàpies, su último gran acto público, en el que su estado de salud ya era bastante precario: le costaba andar (siempre tenía que ir acompañado del brazo por su mujer Teresa) y apenas podía oír.
A pesar de su delicada salud, cada verano Tàpies se refugiaba en su casa del Montseny, en medio de la naturaleza, donde seguía produciendo lienzos y lienzos. Cuadros matéricos, que bebían directamente del informalismo de los 60, pero absolutamente vigentes en pleno siglo XXI. Después, esos lienzos los exponía en su tradicional muestra otoñal en la galería de su hijo, Toni Tàpies.
Nacido en el seno de una familia burguesa, Tàpies pronto demostró su talento pictórico, aunque fue un joven enfermizo y con una frágil salud: una enfermedad pulmonar le obligó a una larga convalecencia en el diversos sanatorios y en su propia casa, donde leía y pintaba sin cesar, casi compulsivamente, haciendo copias de Van Gogh y Picasso.
Dictadura y revolución
Durante la dictadura, Tàpies frecuentó los ambientes más vanguardistas de la gris Barcelona y fundó con otros artistas la revolucionaria revista Dau al Set. El poeta Joan Brossa (que creó el nombre del grupo y la revista), el filósofo Arnau Puig, los pintores Joan Ponç, Modest Cuixart y Joan-Josep Tharrats. Tàpies era el último superviviente de la generación de Dau al Set.
Sus pinturas pasaron de la mística a lo matérico y en los 60 se lanzó a un informalismo desacomplejado. Porque en su revolución pictórica –más acorde con los movimientos europeos– Tàpies introdujo el uso de materiales pobres en los lienzos: desde calcetines (sus famosos calcetines, protagonsitas de tantos lienzos) a alambres (que coronan la fachada de su Fundación, en pleno centro de Barcelona, con la pieza 'Nube y silla') o barro y demás elementos de la tierra. Llevó la abstracción a otra dimensión con una fuerte carga filosófica y simbólica, estampando cruces y demás iconos que se han convertido en su seña de identidad.
Profundamente influenciado por el budismo y las religiones orientales, Tàpies imprimió a su producción una espiritualidad no exenta de crítica política: su etapa más oscura y negra corresponde a la represión dictatorial. Tàpies no se limitó solamente a la práctica pictórica (y a las facetas de escultor, dibujante y grafista) pues a lo largo de su vida escribió siete libros y ensayos artísticos que juntos suman más de 1.500 páginas.
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