La propaganda le dio una imagen diferente. La de un líder. La de un soldado sin temor. Sin miedos. En aquella guerra de trincheras hubo muchos sacrificios. Muchos actos de voluntad. Pero Adolf Hitler no protagonizó ninguno. Aquellas hazañas eran cosas de otros. La proeza de salvar a un compañero. De rescatar su cuerpo herido entre las alambradas o los cráteres que abrían los obuses. Thomas Weber, un historiador de la Universidad de Aberdeen, describe la trayectoria del dictador nazi durante la I Guerra Mundial. El estudioso, informa Efe, ha rebuscado entre los archivos y desempolvado una valiosa documentación de cartas y de informes que proyectan una idea diferente del Führer durante la contienda. Se pensó que había sido valiente. Que fue el único supervivente de una batalla. Pero eso parece ser que es falso.
«La primera guerra de Hitler», que saldrá publicado en septiembre en Inglaterra, revela que el futuro líder del partido nazi no fue más que un mensajero destinado a la retaguardia. Nunca estuvo a menos de cinco kilómetros del frente. Todo lo contrario de lo que se afirmó durante el Reich, que le inventó un pasado muy diferente. Se afirma, además, que Hitler no sufrió ninguna radicalización durante la guerra y que en el regimiento del que formaba parte, donde había varios judíos, jamás tuvo un brote de antisemitismo ni aversión contra ellos. De hecho, el autor ha localizado a la familia del judío que lo propuso para que fuera condecorado con la Cruz de Hierro, una de las distinciones militares más importantes.
Weber explica por qué se insistió en difundir la idea de un Hitler heroico. Era una forma de llegar a más votantes. A más gente. El Partido Nazi aspiraba de esta manera a romper el margen de seguidores que tenía entonces y que su mensaje calara en un mayor número de personas. Justo entre quienes aún arrastraban el resentimiento de aquella guerra perdida.
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